Mesas rotas, armarios destrozados, virutas de todo tipo, todo sirve, para comenzar una noche maravillosa, dónde la amistad y la alegría se contagia. Dónde se comparte absolutamente todo, el vino, la cerveza, cada uno aporta su comida favorita para saborearla en esas estupendas brasas. El viento, mueve el vestido de María. Su figura no pasa desapercibida, es analizada cuidadosamente por un esbelto joven que la mira fijamente. Sus miradas se encuentran. Se sigue ruborizando cuando un chico la mira. Con un poco de suerte bailaran juntos cerca de la hoguera, ya que coinciden en amigos.
Ese chico… ojos azules muy transparentes, cuya lectura es de sinceridad absoluta, hace que María viaje a través de esos ojos hasta su corazón. Siente amor, deseo, se estremece. Rápidamente retira la mirada, sin arrepentimiento, le gusta lo que ha sentido, hacía días que no lo experimentaba.
Juan, que así se llama él se acerca a María, se presenta sin dilación. María, mira hacia el suelo sin saber dónde meterse, con gesto tímido, le había pillado descubriendo su mirada. Y como si de dos adolescentes se tratara, se dan la mano, y juntos desaparecen entre el fuego y las brasas. Se pierden entre la ruidosa multitud, para comenzar una bella historia de amor.
Deja tu comentario